
Cuando iniciamos el camino hacia el «DESPERTAR» asumimos que es nuestro ESPÍRITU, nuestra ALMA y nuestro SER, los que tienen que despertar; pero ocurre algo muy paradójico; no es el espíritu quien debe despertar, no es nuestra alma, ni tampoco nuestro ser el que tiene que abrir los ojos.
Si partimos de la premisa y del principio de que somos espíritu infinito, perfecto e inmaculado, que poseemos un alma, que anima a nuestro cuerpo y que somos el ser y no, que tenemos un ser, entonces, ¿Quién o qué debe despertar?.
La respuesta es lógica y tácita; es nuestra conciencia la que tiene que percatarse de quién es y qué hace aquí, habitando un cuerpo y hacia donde debe ir.
Son muchas las corrientes espirituales y religiosas las que plantean el «despertar espiritual», pero lo cierto es que el espíritu es uno solo, individualizado en infinitas formas de vida, experimentando realidades en diferentes edades, dimensiones y densidades y no tiene que despertar, ni necesita despertar; es nuestra individualidad humana la que ha de descubrirse y abrirse a la realización del espíritu y del ser que es y actuar y proceder.
A partir de allí, de esa consciencia expandida y trascendida ocurre el verdadero despertar.
Centro de la Sabiduría Antigua