
Perdonar es renunciar al dolor, soltar la pena. Es algo que ocurre de manera natural cuando te das cuenta de que tu dolor no sirve a otro propósito que el de fortalecer un falso sentido de identidad.
Perdonar es no ofrecer resistencia a la vida, permitir que la vida viva a través de ti. Las alternativas son el dolor y el sufrimiento, un flujo de energía de vida muy reducido y, en muchos casos, la enfermedad física.
Cuando perdonas verdaderamente, recuperas el poder que habías cedido a la mente. La naturaleza de la mente es no perdonar, del mismo modo que el falso yo creado por la mente, el ego, necesita luchas y conflictos para sobrevivir. La mente no puede perdonar. Sólo tú puedes.
Te instalas en la presencia, entras en tu cuerpo y sientes la vibrante paz y quietud que emanan del Ser.
Por eso Jesús dijo: «Antes de entrar en el templo, perdona”.
Eckhart Tolle
